El día que decidí dejar de quererte
Los pies descalzos de dos hermanas rozaban la grama, ajenos
a los buses en la carretera
Una conversación siguió
su curso en la sobremesa del desayuno.
El campanario convocó a los feligreses.
El cielo besó la tierra.
Brindé a la salud del horizonte urbano.
El cosquilleo de la incertidumbre me empujó al vacío.
Bailé al ritmo de mi canción favorita en el centro de la
sala.
Las risas estallaron en la escuela.
Heidi prometió que dibujaría sus sueños.
Ese día descubrí que la poesía no sólo está en los libros o antologías.
Ese día descubrí que la poesía no sólo está en los libros o antologías.
Está en la sonrisa de
Heidi y su juramento
En la estudiante que cabeceó
en el bus con un dulce de coco entre las manos
La canción tímida de un
niño resguardado por el corazón de la sierra
En un grupo de poetas que quiso
transformar el infinito
En los charcos esparcidos por el
asfalto
Los pasos acompañados que salpican banquetas
En las gotas suicidas
El guardián de una cumbre descubierta
por turistas cada cinco minutos.
La contemplación brillante
del atleta que saboreó el éxito
En el sartén chispeante de
una receta a punto de ser inventada
La adrenalina de un automóvil
sobrepoblado que conquista curvas imposibles
En el señor descalzo que avanza bajo el sol por el puente El Incienso con una caja de lustre para zapatos
En la mochila repleta de cuadernos que arrastra al niño por la banqueta
En El Sombra por el centro...
El día que decidí dejar de quererte es hoy.
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