¿Se acuerdan de la escena de Reality Bites en la que Lelaina se muestra vulnerable frente a Troy y le confiesa su frustración por no haber podido llegar a ser ese ALGUIEN tan anhelado a los 23 años? Después de esa escena ambos se confiesan su amor y están a punto de vivir felices para siempre Si bien es cierto que esa película es considerada como el vivo retrato de la Generación X, debo confesar que siempre me sentí atraída hacia la cinta. Me gustaba ver a Troy, interpretado por Ethan Hawke, y me entretenía con sus diálogos filosóficos. Sin embargo, fue hasta el domingo por la tarde que realmente comprendí el significado del argumento e incluso me conmoví.
Cuando Lelaina, interpretada por Winona Ryder, emprendía la búsqueda de su destino y se empecinaba en grabar un documental sobre la vida de sus amigos, realmente lo hacía en un acto de rebeldía por documentar el testimonio de una generación. Pero su carrera parece que jamás emprenderá el vuelo y poco a poco aumenta su frustración. Las deudas aumentan y nada parece mejorar. Cuando vi la escena que les mencioné arriba, no pude evitar sentirme identificada porque justo en este momento estoy en la etapa culmen. Estoy próxima a graduarme y, aunque tengo un trabajo estable, hay muchas cosas de la vida que aún no descifro.
Ella tenía a los 23 años como meta para definir el éxito. Pero, ¿y nosotros? ¿Será que la tenemos a los 25, 30, 35, 40 años? Veo a mi alrededor y conozco a mucha gente que se gradúa de la universidad pero no encuentra un trabajo en el área para el que está calificada. Otros ya cuentan con la experiencia y tienen el trabajo pero deciden no estudiar porque consideran que el "cartón" ya no tiene la misma validez que hace algunas décadas.
Vivimos toda nuestra vida buscando el significado de la misma y esperando a que pase algo. Pero muchas veces no nos damos cuenta que sí está pasando algo en este momento. La vida transcurre y no tenemos que buscar muy lejos para encontrar aquello que nos haga felices. Todos los personajes muestran parte de esa búsqueda pero no cuentan con las herramientas necesarias. La única certeza para ellos es que no saben nada. No quieren ser parte del sistema consumista en el que viven, por lo que preferirían la anarquía y una rebeldía sin mayor orientación.
No creo que hable por todos cuando diga que a veces yo también me siento como Lelaina. Veo hacia atrás y me doy cuenta que, a diferencia de ella, tengo varias metas alcanzadas de las que puedo sentirme orgullosa. Algunos familiares me preguntan que para cuando la boda, que si pienso tener hijos o no. Pero hay algo más que todavía sigo buscando. Estoy en pleno cuarto del siglo de mi vida y no puedo evitar preguntarme: ¿Qué pasará ahora? ¿Cómo invertiré los siguientes años de mi vida? ¿Alcanzaré todas mis metas laborales y personales? ¿Serán las metas adecuadas o deberé rediseñar mi plan de vida? Y... No lo se.
Lo que sí se es que ya quiero que sea el 30 de abril para examinarme y poder cerrar la etapa de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación. Quiero graduarme para pasar a otra fase, que seguro me llevará por un nuevo sendero que aún no se ha definido. La otra certeza que se esboza en mi corazón es que podría pasarme mil años estudiando y alcanzando metas académicas pero nada de eso servirá si no veo el panorama de manera integral. El mismo enfoque se aplica a la parte laboral, pues no podemos pasarnos toda la vida alcanzando metas mecánicas en una empresa o escalando las gerencias solo porque sí. Al casarnos con nuestro trabajo dejamos de lado la vida personal y no atendemos nuestro ámbito espiritual.
También le agregaría al tema el vivir una vida llena de pasión con el adecuado conocimiento del talento personal. Ojo que no me refiero al sentido de las películas de Hollywood y que se relaciona con libertades enfocadas erróneamente. Hablo de la pasión y la alegría por vivir, trabajar y dar siempre lo mejor. Pasión que te haga madrugar para llegar temprano y culminar con éxito una labor. La pasión de sonreír con autenticidad y tener más paciencia...
Quizá la búsqueda fundamental no sea la de la felicidad, sino la de la paz interior. Si yo tengo paz, todo lo demás vendrá por añadidura. Sin embargo, no todo es color de rosa. ¿Qué les decimos a todos los recién graduados que no encuentran trabajo o que apenas y ganan lo suficiente para llegar a media quincena? No lo se. Ciertamente no está en nuestras manos transformar esa realidad. Lo que sí está en nuestras manos es estar más atentos a las necesidades del prójimo y solidarizarnos con quien esté a nuestro alrededor.
Leí en un libro que muchas veces la juventud siente estas ganas enormes de cambiar el mundo pero ese impulso se pierde porque no está bien encausado. En la mayoría de ocasiones los jóvenes quieren transformar el mundo de un solo golpe pero se topan con la cruda realidad y ya no cuentan con las herramientas. Crecen, se acomodan y se convierten en lo que siempre temieron. Entonces, el autor Juan Luis Lorda dice algo que me pareció clave. No podemos cambiar el mundo pero sí nuestro entorno. Es por eso que nuestras energías deben enfocarse en una meta específica que transformará la realidad. Ese propósito debe ser integral y libre de cualquier egoísmo.
Los verdaderos agentes de cambio salen de si mismos, pues tienen la suficiente sensibilidad de detectar la necesidad del prójimo y ejecutan los planes para mejorar su comunidad. Ellos saben que no pueden erradicar el hambre en todo el mundo y que la paz mundial es una meta muy difícil de alcanzar. Pero sí pueden darle alimento a un grupo de personas en extrema pobreza y fomentar la cultura de paz en nuevas generaciones.
¿Se han preguntado cuál es su misión en esta vida? ¿Cuál es su llamado o vocación? Yo todavía no tengo todas las respuestas. Cada hecho irá encaminado a la mejora de mi entorno. Pondré mi talento al servicio de la paz y la promoción de un mejor país. Tengo una cosquillita por emprender nuevos proyectos y estudiar la maestría. No he seleccionado cuál pero creo que habrá una que me llevará por el camino del emprendimiento.
Mientras descifro el resto de mi vida, aprovecharé el presente para construir un futuro sobre roca y no en arena movediza. De lo único que estoy completamente segura es que hay alguien que me acompañará en cada instante. Dios sabe todo antes de que suceda, pues su tiempo no se mide en las horas de nosotros. Si todos somos invitados a la santidad, por qué no buscarla en cualquiera que sea nuestra realidad. Buscarla y confiar. Sin temor a ser tachados o a que nos vean diferente. Mientras armo todo el rompecabezas, me esforzaré por repartir amor y caminaré al lado de Jesús. Confiaré en la ruta que se despliegue poco a poco frente a mí y, por qué no, cambiaré el mundo también.
Pd. La película abarca otras temáticas pero quise partir de esa búsqueda existencial y esbozar algunas interrogantes personales.
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