Ahora que has terminado la taza de café y me miras en silencio, te diré que hay algo que debo confesarte.
Reconozco que a veces peco por ser demasiado independiente.
Hace mucho tiempo me canse de jugar a las princesas que esperan su rescate. La vida me enseñó que cuando estás sola, las letras mayúsculas hacen más dramático tu nuevo estado.
S-O-L-A es una palabra que poco a poco comienza a tomar la forma de tu sombra. Se convierte en una zona segura con recursos anti paranoicos. Las letanías de convencimiento emocional se repiten frente al espejo. Claro, eso sucede sólo si te armas de valor y decides enfrentarte a ese reflejo que te observa impávido.
Poco a poco vuelves a ser tu amiga. Descubres que es posible darte la vuelta para jugar con esa sombra. Hasta buscas un poco de hilo para volver zurcirla a tus pasos. Pero eso sí, la lección debió haber sido aprendida y nunca más serás una señorita en apuros. Esta sociedad no está hecha para las vulnerables. Así que tomas un poco de repello y escoges los ladrillos más coquetos para construir algunas defensas. Lo que casi nadie sabe es que muy en el fondo, hay una niña que juega a esperarte(los).
Ella insiste en buscar estrellas de colores y en cazar a los duendes que escondan sus cosas. Yo le digo que no hay tiempo para coleccionar estrellas. Mucho menos, para abrir investigaciones al mejor estilo CSI New York y dar con el Duende a Rayas que nos observa en la ventana.
Y ahora aquí estás tú. Con una taza tibia entre las manos y tu mirada fija. Con esas coincidencias que me dan seguridad pero a la vez me inquietan. ¿Será que es posible que puedas comprenderme en este lenguaje sin palabras? La niña me jala el pelo y me empuja de la silla. Trato de disimular para no caerme de boca en tus brazos, pues todo debe estar bien. Me dan ganas de invitarte a coleccionar estrellas y a diseccionar los colores de cada día.
Suspiro y me termino la bebida con la vista reposada en una campanita. El mesero trae la cuenta y nos levantamos para seguir con nuestra jornada. La nena nos sigue de cerca. Va muy entretenida sacudiéndose el polvo que le cae en la cabeza. Su atención se detiene en una pequeña grieta que va asomándose en mi espalda.
Corre y va de nuevo... sin importar cuántos escudos nos construyamos. Muy linda la imagen de tu texto :o)
ResponderEliminarMuchas gracias por tu coment. Lo sentí como un abracito, no se por qué.
ResponderEliminar¡Nos gusta como escribes Lunátika! Felicitaciones por estos textos y por inspirar a las generaciones más jóvenes a seguir el camino de las letras.
ResponderEliminarsaludos... te sigo
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