Las montañas se dibujan en el paisaje conforme avanza el bus sobre la carretera. Hay diminutas casas en las que de seguro, viven personas imperceptibles que caminan por vereditas que se borran en la memoria. Ella va escuchando música en modo random porque así el viaje es más entretenido. Elena prefiere escuchar el remix deItunes, en vez de los corridos y boleros que sintoniza el piloto del bus. Viaja sola y eso le encanta. Conversa con ella misma, lee algunos poemas y sueña despierta.
Faltan unos cuantos kilómetros para llegar a Quetzaltenango. Este año ha llegado a esta ciudad más veces que el resto de su vida entera. El ambiente frío la recibe con familiaridad y rápidamente se siente como en casa. Espera a que se baje la mayoría de pasajeros, toma su bolso y desciende para iniciar una visita exprés.
La calle la recibe con una corriente helada que la despeina antes de subirse al carro que la llevará al hostal. Ella le comenta a su amigo que esta no es la primera vez que visita Xela pero no ofrece más detalles. Luego de guardar sus cosas e instalarse en la habitación cuatro, sale junto a dos poetas para tomar un café.
Es extraño porque todo parece diferente de aquella ocasión en la que vino hace un mes para pasar unos días de vacaciones. Hoy hay alguien que la observa escondido detrás de cada ventana. Percibe un aroma familiar al doblar la esquina. A veces deja de participar en la conversación de sus compañeros. No puede evitar buscar ese ente que la escruta en una ciudad colonial paralela.
Por la noche leerá algunos poemas junto a otros jóvenes poetas que deambulan por la ciudad o afinan los últimos detalles de la velada. Elena trae consigo una libreta y una hoja con algunos textos seleccionados. Lo que ella no sabía era que también venía a pensar en él-ellos. A recordarlos todos.
Toma el micrófono para leer algunos versos. Poco a poco Elena relata de manera discreta la manera en que conoció a Joel y luego lo dejó ir. Ironías de la vida. La poeta que se refugia en las letras para olvidarlo, ahora se acuerda de él.
Hay una fiesta hipnótica que la captura durante algunas horas. Lorena se pierde en las animaciones reflejadas sobre la pared al ritmo de una música experimental. Loca. Alucinante. Luego recargan energías en algún bar para seguir bailando hasta que el cuerpo aguante. El suyo no mantuvo el paso de la jornada maratónica, pues debe partir muy temprano al día siguiente.
Cuando regresa a la habitación se despoja del traje de poeta. Se desmaquilla el rostro y se apresura para ir a dormir. No hay ninguna televisión en este cuarto. Si no fuera por ese detalle, juraría que es el mismo en el que ambos soñaron juntos. Hoy Lorena tiene una cama solo para ella. Se siente abrazada por una noción de fantasma. Hace algunas horas le preguntaron si ya había estado antes en este hotel. No supo mentir. Una sonrisa tímida antecedió al sí escueto.
La habitación es demasiado acogedora como para abandonarla a tan temprana hora. De hecho, cree que podría pasar todo el día sin salir e imaginar que se encuentra en una reserva natural. Pero debe cumplir con un compromiso en un lugar a cientos de kilómetros de distancia.
Mientras desayuna, procura saborear los últimos instantes que permanecerá en este lugar. Toma decenas de fotografías mentales antes de despedirse de nuevos y viejos amigos. Algunos engrosarán la lista de contactos agregados en facebook cuando se conecte. De eso no hay duda.
La visita exprés ha concluido. Elena aborda el bus de regreso a casa y observa las calles desde su sillón. Justamente ahora encuentra la razón por la que él se enamoró de este pueblo. Es una pena que haya sido demasiado tarde. Baja la mirada para continuar escribiendo algunas palabras en su libreta. Quizá cuando viaje de nuevo a Xela, Lorena pueda leer el poema que escribió cuando regresaba a la capital.
Felicidades, muy bueno; es un gusto grande ver como tan joven estas inmersa en todo esto tan bonito. Adelante y se que esto es solo una pincelada de mucho mas de lo que podremos leer y vivir en el futuro.
ResponderEliminarGerardo Godínez.