El reflejo en el umbral Parte VI


Pero los días difíciles llegaron después, cuando perdieron una vida más. Como si fuera una ironía de la vida, la ley del karma o simplemente un evento desafortunado, Laura perdió al bebé que vendría al mundo para iniciar una familia.
En esta oportunidad, la creatura era esperada con pompa y júbilo por tus padres y suegros. La comunidad virtual en hi5 y Facebook estaba al tanto del desarrollo del feto y comentaba alegremente sobre las fotos de los primeros ultrasonidos. Además, Laura visitaba periódicamente a su abuela materna para adiestrarse en el arte del tejido y bordado para poder preparar diminutas ropitas que cobijarían al recién nacido.

Sin embargo, la burbuja se reventó una fría madrugada de noviembre, cuando el sudor recorrió cada poro de su espalda para avisarle que algo estaba mal en su cuerpo. Una llamada de auxilio se presentó en forma de presentimiento, pero su inconsciente no le prestó atención y prefirió soñar con columpios y resbaladeros, mientras en el centro de su cama, una vida se resbalaba de su organismo.
Si el ginecólogo que atendía a Laura hubiera indagado en la historia de su paciente, probablemente se habría podido prevenir el aborto espontáneo que ocurrió un primero de noviembre. La reincidente adicción a la cocaína, más una pizca de predisposición genética, fueron el detonante para que Ernestito viviera tan sólo cuatro meses.
El duelo causado por la pérdida afectó a Laura en cada aspecto de su vida. De forma repentina se distanció de ti, hasta el momento en que las conversaciones eran monólogos, pues a ninguno le importaba lo que le sucedía al otro.
Su impotencia creció de tal manera que cada mañana iniciaba su caída en un pozo sin fondo, en el cual la depresión únicamente era la fuerza de gravedad que empujaba a Laura.
Ella era como una tumba que caminaba, por lo que decidió movilizarse lo menos posible, pero todo empeoraba porque en ese caso, se veía a ella misma como una tumba estática.
En esta situación el único culpable eras tú, ya que según ella, la presionaste hace cuatro años para visitar esa clínica improvisada, la cual desapareció un par de meses después, como producto de un operativo sanitario.
Entonces, si todo se paga en esta vida, esto debía ser una especie de broma macabra o un puntapié del destino. Claro, las explicaciones médicas sobre cuánto afectó a su bebé que ella no pudiera dejar de lado su adicción narcótica, fueron rechazadas por su mecanismo de defensa personal.
Así, sin previo aviso, llegaste un día a tu casa para encontrar que ella había partido y salido de tu vida. Sobre la mesa del comedor brillaba el dorado de unas letras dirigidas a ti. Era una nota de despedida, en la que te expresaba todo su desprecio, pues con tan solo verte, crecía en ella un odio enorme hacia la relación y los últimos 5 años de su vida.

Pero tú también sufriste la pérdida de tu segundo hijo y, aunque llevaste la carga aparte para no agobiarla, siempre la habías amado. Acaso ella no sabía que es la mujer de tu vida.
Pequeño gran error. Fueron esos pequeños detalles; esas omisiones las que reflejaban tu abandono, pues tu único interés era utilizarla cada vez que hacían el amor.
Laura recurrió a la única alternativa que la haría insensible a ti. Activó el piloto automático, con el cual evitaría cualquier tipo de sufrimiento, permitiéndole ignorarte y por último, olvidarse de ti.
Al menos eso era lo que decía la misiva que luego arrugaste, queriendo abandonar toda tu ira en ese pedazo de papel reciclado.
Oh gran torrente de preguntas que se dispersó por toda la habitación. Qué pasó con las promesas. ¿Por qué no creyó tu amor?
Entonces, esto significa que nunca te amó. Cómo pudo haber fingido y funcionado de manera automática. Y los momentos en los que le dabas todo tu amor… Sus caricias en realidad eran frías y vacías. Carentes. Mecánicas. Todo en tu vida fue una burla; una mera imitación afectiva fabricada en china. Una relación pirata, de esas que se compran en la calle y que hasta se regatean pues, están sobrevaloradas. Simplemente eras una especie de consolador que ella utilizaba cuando la libido tocaba a la puerta.

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