Por las calles vagan pequeños personajes disfrazados contra la realidad.
La culpa no es de ellos sino del sistema.
Al bromear sobre lo cotidiano, la pobreza se vuelve una distante sombra.
Con dificultad construyeron un muro que oculta la carencia de lo esencial.
Detrás de la carita pintada y de las rimas existe una vida desconocida por el espectador.
El show terminó. Es el momento de pedir una colaboración.
Un suspiro. La camioneta se fue. Rápidamente cuenta las fichas recolectadas.
Espera.
Se acerca una camioneta roja.
Instintivamente seca la lágrima que se le escapó al pensar en su hija hospitalizada.
Un segundo suspiro.
Dentro de su mente rebota la frase que muchos artistas repiten hasta el cansancio:
¨El show debe continuar.¨
Sube las gradas, se para frente a su público y con la misma máscara hecha sonrisa saluda:
--- Buenas tardes honorable público. Yo soy su payasito Mandarín.----
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