La risa interna le impide al enojo apoderarse de mi humor. Lo estúpido de esta situación provoca una lucha de opuestos. Guatemala está inundada de seres ineptos.
Voy en un bus escuchando la canción más horrible de todas.
No tendría por qué escucharla pero, de todos los momentos que existen, precisamente ahora el reproductor de mp3 decidió tomarse unas vacaciones.
Me siento transportada a la autopista del sur de Córtazar.
La diferencia con mi autopista es la dirección hacia el norte.
Fácilmente podría enumerar más de 100 carros adelante del bus y otros 100 atrás de él.
En la autopista del sur todos los viajeros terminan formando una comunidad que se deshace al poder avanzar en la carretera.
No me interesa entablar tan siquiera una conversación con los que viajan a mi lado.
La máscara es recurrente.
Creo que hoy tengo puesta la de mi “yo nihilista”.
Dos vendedores de chocolates acaban de subirse.
“No, gracias”.
¿Quién es el autor de semejante ocurrencia?
Tomar tres carriles como espacio de construcción y dejar habilitado solamente uno para el paso de vehículos.

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