La parada está llena. Hay mucha gente esperando la misma camioneta que yo. ¿cómo lo sé? Porque no se han subido al otro montón de camionetas que han pasado por aquí. A lo lejos se ve que la camioneta cruza la esquina para luego enfilarse hacia la calzada Aguilar Batres. Suspiro. La carrera iniciará en cualquier segundo. Tres, dos, uno… a correr pues. Rebaso a las señoras gordas con canastas y logro colarme para subirme de primero. Logro conseguir un lugar en el sillón donde caben dos y también tres.
Llena. Casi no queda espacio para nadie. Ni modo. No tenes carro. Aguantate. La música ¨muca¨ se vuelve monótona durante el camino. El ayudante va colgando de la puerta gritando con todo su volumen el destino de la camioneta.
Ya no importa. Prefiero ignorar al niño berrinchudo que le jala el pelo a su mamá. Encuentro más entretenido recordarme de él.
Hoy fuimos a un restaurante de los que les gusta a mis amigas de promoción por eso vengo tan arreglada. Era tan exclusivo que cuando entras, te olvidas que vivis en Guatemala.
Casi no frecuento esos lugares pero es mi amiga y ni modo que no voy a ir a su almuerzo. Estuvo entretenido verlos a todos comiendo la pizza con un cuchillo y por supuesto el tenedor. Tenían un montón de cubiertos a cada lado del plato. Todo era caquero.
Para hacerlo de vez en cuando creo que está bien pero no soportaría comer la pizza ni mis chocolates con cubiertos.
Mañana. Mañana tengo que ir a la U. todo un catálogo de personalidades y de looks. De ahuevo. Ahí me siento libre. Nadie te dice cómo comer ni cómo pensar. Me gusta estar ahí.
¨San jose, San José¨ Debo bajar. La camioneta ha llegado a mi casa.

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